Una nueva vida |
Iglesia en Almodóvar - 220 - Abril 2009 | |
Escrito por Tomás Lozano Rivas | |
sábado, 02 de mayo de 2009 | |
Cuando la primavera nos ofrece cada año el espectáculo de colorido de flores y árboles y sonidos de cantos de pájaros, celebra la Iglesia la fiesta de la Vida: resurrección de Cristo y la nueva vida, el nuevo estilo de vida que nos nace a cada creyente en nuestras entrañas y en la configuración nueva, bella y atractiva de nuestro existir. En ese ambiente de belleza de la naturaleza y de nuestro ser sobrenatural, celebramos en Almodóvar la fiesta de San Juan de Ávila, un almodovense que brilló y fue atractivo por ese nuevo modo de pensar, sentir y vivir, que nace de la Resurrección de Cristo vivo en cada persona que, desde la fe, abre su ser al Espíritu de Jesús Resucitado. De nuestro santo Patrono nos han quedado, además de su historia personal de creyente apasionado por Dios, sus encantadores y densos escritos de espiritualidad, en los que difícilmente no hay una respuesta a cualquier situación humana. Para este tiempo de alegría pascual y para todos los días de nuestra existencia tiene el Maestro Ávila escritos preciosos. Son célebres sus cartas dirigidas a personas que pasaban por algún trance difícil, especialmente en los momentos de pérdidas de seres queridos o de enfermedades. En esas situaciones y siempre recomienda esa virtud tan especial de un creyente: la alegría, la esperanza, el gozo interior y la paz en el alma. Así escribe a una señora afligida por una enfermedad: “Así ha de hacer el cristiano, que en todas sus obras ha de orar al Señor, en el templo sólo, sino al comer y beber, dormir, y en salud y enfermedad, refiriéndolo todo a Dios y gozándose en todo por recibirlo de la mano de Dios. Mire mucho vuestra señoría no “estreche” a Dios, pues es inmenso; no piense que no le ha de buscar ni hallar sino en tal lugar o tal obra. En todo está si ella está con El; y si en todo le busca, en todo lo hallará…Y de otra cosa síguese tristeza y descontento y caimiento en el corazón, que es cosa que en gran manera se debe huir, porque, según está escrito, no hay provecho en la tal tristeza, antes mucho daño para cuerpo y ánima y prójimos. Mas la alegría da fuerzas, da perseverancia, y hace entristecer a nuestros enemigos, y alegra al espíritu de Dios que en los suyos mora, porque Él es alegre”.(Carta 39).
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